jueves, 16 de julio de 2009

Por su culpa, por su culpa, por su grande culpa

Por Daniel Varela Gasque

Pasaron tan solo 24 horas entre el descalabro electoral del PAN en los procesos electorales del 5 de julio para que el presidente nacional de este partido, Germán Martínez Cázares, renunciara a su cargo después de haber recibido lo que apunta haber sido un monumental regaño proveniente de Los Pinos.
Durante su última conferencia de prensa al frente del blanquiazul Germán Martínez se responsabilizó en su totalidad por las derrotas electorales que le costaron al partido la mayoría en la Cámara de Diputados, la pérdida de gran número de municipios por todo el país como el famoso “corredor azul” del Estado de México así como estados históricamente panistas como Querétaro.

La responsabilidad del ex presidente panista en este descalabro es innegable pues fue él quien de forma terca y autoritaria fragmentó al partido y aisló a aquellos grupos que no simpatizan con las políticas o la persona del Presidente Calderón. De igual forma hay que reconocer que una de las mayores deficiencias de la campaña electoral panista fueron las conferencias de prensa del Martínez Cázares en las que se limitó a insultar a los partidos opositores y a sus líderes al más puro estilo de un bravucón de primaria.

Pero las causas del fracaso panista no pueden ser adjudicadas enteramente a un solo hombre, sin importar que este sea el dirigente nacional. Porque los resultados del 5 de julio solo son el desenlace de un proceso de desencanto de la sociedad mexicana con el Partido Acción Nacional, proceso que inició el primero de diciembre del año 2000 cuando Vicente Fox asumió la presidencia con un gran apoyo de una sociedad que estaba convencida que la alternancia del poder político sería el medio por el cual el país obtendría un verdadero progreso y dejaría atrás los vicios e injusticias de sistema priista.
Por desgracia para la perspectiva, de los foxistas y posteriormente de los calderonistas, era un tanto diferente pues al final resultó que la alternancia fue para el panismo un fin en si mismo más que un medio para generar cambios.

Después de 70 años de gobierno priista, de corrupción y corporativismo, el PAN había logrado cambiar la posicionamiento del poder en el país, solo para tomar el lugar del derrotado dinosaurio priista sin generar algún cambio significativo a las estructuras tradicionales del gobierno.
Así, los panistas intentaron montar la vieja maquinaria estatal que el PRI había desarrollado durante décadas trancando de sacar el mayor partido a las viajas prácticas de la lealtad corporativa, de los compadrazgos, del pillaje institucionalizado.

El resultado no fue el esperado ya que por un lado las ambiciones del PAN lo han alejado de la gente mientras que por el otro durante las dos administraciones panistas han resultado incapaces de ejercer el control sobre los actores políticos a la vieja usanza como hubieran deseado.

Al final el PAN perdió a la gente que lo apoyaba antes de asumir el gobierno pero no ganó el antiguo poder priista. Esto probó ser una pésima combinación que terminó por llevar al país a la situación de estancamiento.

Una vez considerado el desempeño de los gobiernos panistas de los últimos nueve años resulta evidente que las personas se abstuvieran de votar por el PAN y no como un acto de desprecio a un terco presidente nacional si no como un voto de castigo ante el gobierno en el poder.

Si el PAN realmente quiere recuperarse del fracaso del pasado 5 de julio necesitará hacer más que retirar a Germán Martínez del escenario político. Sino realizar una total limpieza tanto entre sus militantes como sus prácticas.
El PAN necesita es recuperar la actitud que lo coloco en el pasado como el histórico partido de oposición, volver a ser un partido de ciudadanos y no de bloques, un partido que no solo englobó a los grupos conservadores del país si no que representaba a las clases medias ilustradas y a todo aquel que haya sido excluido por los grupos priistas o peredistas.

La verdad sea dicha, el PAN se encuentra frente a una crisis y sus opciones son renovarse o morir porque si dentro de tres años los panistas encaran las elecciones presidenciales con las mismas propuestas, actitudes y vicios no va a ser necesario tener boca de profeta para asegurar que el sucesor de Germán Martínez tendrá que adjudicarse un nuevo fracaso electoral.

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